Cuando cierras la puerta y te envuelve el silencio, sabes que has entrado en tu refugio. Oyes el rugido del motor, ajustas ambas manos en el volante de cuero, abres la capota y te dejas llevar por la velocidad. Es tu momento para pensar en los siguientes objetivos que sabes que vas a lograr, tu momento para tomar las riendas. ¿El verdadero lujo? Decidir cómo, cuándo y dónde.

Hace dos años empezaste a correr para mantenerte activo, pero no pensabas que iba a convertirse en un reto constante. Tu primer objetivo fue una carrera de 10 kilómetros, luego vino una media maratón y ahora cada paso te acerca a tu siguiente meta. A veces apagas la música para escuchar cómo se mezclan las pisadas, tus latidos y la respiración, Eres más tú que nunca.

Por fin, después de andar durante horas, la encontraste. La laguna esmeralda parecía sacada de una postal, rodeada de espesos árboles y con una pequeña cascada de espuma blanca. Sin pensarlo ni un segundo saltaste desde la roca más alta y te sumergiste en sus aguas verdes.

Te bastan 30 segundos en la montaña para dejar atrás el ruido de la ciudad y de tu mente. Has decidido disfrutar de los senderos vacíos sin horarios y te dejas llevar por el crujir de tus pisadas y el olor a musgo mojado. Oyes a lo lejos un pájaro carpintero mientras sopla el viento entre las copas de los árboles y por un momento te parece sentir que ese siempre ha sido tu hábitat.