Desde que nacemos, los olores marcan nuestra vida más de lo que imaginamos, dime que nunca te has sentido volver a la infancia al notar ese olor a chocolate caliente que te transporta a la navidad en que, al despertar, te esperaba una taza recién hecha junto al roscón de reyes que disfrutaban en familia, Incluso el olor a hierba mojada después de una tormenta, que genera paz, calma y ganas de respirar profundamente.

Existen dicotomías sobre otro tipo de olores que generan sensaciones opuestas, según la persona, como el olor a gasolina o acetona, olores que se debaten entre el amor y el odio. Resulta curioso pensar que el olor de derivados del petróleo puede producir una sensación tan placentera, pero la realidad es que, este compuesto actúa como anestésico, suspendiendo temporalmente la función del sistema nervioso y provocando un estado de euforia.

Son estímulos, que nacen a partir de esos inconfundibles aromas. Más adelante descubrirás cual es la explicación científica y el uso que se le da actualmente,  además de nuestra propuesta de aplicación a los entornos laborales.

El olfato

El olfato es un sentido poco valorado, que puede cambiar inmediatamente nuestras emociones, desde el plácido despertar con olor a café y tostadas, hasta el desagradable y fétido olor que desprende una alcantarilla. Todas estas sensaciones que afectan a las personas positiva o negativamente, a día de hoy pueden ser una herramienta clave que mejorará nuestras vidas si sabemos utilizarlas.

Aunque cueste creerlo, es el sentido más sensible que tenemos, ya que la conexión cerebral ocurre de manera inmediata, son muchas las investigaciones que destacan emociones que los olores provocan, debido a la estimulación del cerebro humano.

Algunos de los beneficios más conocidos se asocian a la relajación, felicidad, alegría y auto-confianza. Este fenómeno es conocido como “Aromacología”, cuya base científica es  neurobiológica.

¿Cómo funciona?

Cuando recibimos un olor, este estímulo se dirige al sistema límbico del cerebro, lugar donde habita el olfato además de la memoria y los instintos básicos. Esta zona de nuestro cerebro influye en nuestros comportamientos, aunque siempre de manera subconsciente.

Por eso esta ciencia asocia los olores que percibimos con nuestro estado psicológico para provocar una serie de emociones concretas.

Este proceso funciona por la propia neuroquímica del cerebro, desencadenada por los olores percibidos, también influencia los aspectos cognitivos como la percepción, identificación o asociaciones culturales. Este último puede ejercer una poderosa influencia en las reacciones emocionales del sujeto, por lo que resulta de especial interés. Los olores identifican países, lugares, personas e incluso religiones.

Aunque de manera inconsciente, las personas generamos juicios de valor a partir del aroma que desprende una persona, tan sencillo como, el hecho de entablar una conversación con alguien cuyo olor nos desagrada, crea una negativa predisposición y viceversa.

¿Cómo lo comprobamos?

Por eso sabemos y queremos destacar la importancia de los factores externos que afectan a nuestras emociones o estados de ánimo, cuyo estudio es apoyado neurocientíficamente, ya que esta ciencia explica comportamientos y maneras de actuar de las personas, que pueden ser modificadas o reconducidas dependiendo de nuestros objetivos.

Este fenómeno se inicia con el “Neuromarketing”, donde las emociones generadas por olores, se utilizan de manera comercial, estimulando al cliente en función de lo que se quiere transmitir o hacia donde se quiere dirigir la venta.

Más allá de ese fin comercial, nosotros proponemos un uso más humano, donde se utilice este conocimiento para mejorar las relaciones interpersonales o el clima laboral, buscando entornos de trabajo mejorados y trabajadores saludables emocionalmente.

El mundo está cambiando…¿Lo hueles?